Como coach personal transformativo, me gustaría compartir contigo una perspectiva que puede cambiar profundamente la manera en que experimentas tus interacciones con los demás. Es común escuchar a las personas decir: "Me ofendió", "Me hizo daño con sus palabras" o "No puedo creer que me tratara de esa manera". Sin embargo, la verdad es que nadie tiene el poder de ofenderte. Son tus expectativas sobre las personas las que realmente te hieren.
Para entender mejor esto, es importante reflexionar sobre qué son las expectativas y de dónde vienen. Las expectativas son creencias o suposiciones sobre cómo deberían ser o comportarse las personas y las situaciones. Estas expectativas se forman a lo largo de nuestra vida, influenciadas por nuestras experiencias pasadas, nuestra educación, la cultura en la que vivimos y las normas sociales que internalizamos. Desde temprana edad, comenzamos a desarrollar ideas sobre cómo deben ser las relaciones, cómo deben actuar los demás y cómo debemos ser tratados.
Imagina que estás en una reunión y un colega hace un comentario despectivo. En ese momento, puedes sentir una oleada de emoción negativa. Podrías pensar: "Me ofendió". Sin embargo, lo que realmente sucede es que tienes un pensamiento sobre lo que dijo esa persona, y es ese pensamiento el que genera tu sentimiento de ofensa. Es tu percepción, tu interpretación y, crucialmente, tus expectativas sobre cómo debería comportarse esa persona lo que crea el dolor.
Si no tuvieras expectativas sobre que tu colega debería respetarte siempre, su comentario podría no afectarte de la misma manera. Podrías escucharlo, observar tu pensamiento sobre ello y dejarlo pasar sin que te afecte emocionalmente. Tus expectativas son como un filtro a través del cual experimentas el mundo, y cuando las cosas no encajan en ese filtro, surge el malestar.
Esto no significa que debas ser indiferente o permitir comportamientos inadecuados sin responder. Pero sí significa que puedes desarrollar una resiliencia interna que te permita manejar las situaciones de manera más serena y efectiva. Cuando reconoces que tus sentimientos provienen de tus pensamientos y expectativas, recuperas tu poder. Nadie puede controlar lo que piensas, solo tú tienes ese poder.
Esta comprensión nos invita a observar nuestros pensamientos y expectativas sin juzgarlos. Al hacerlo, comenzamos a ver que estos pensamientos son transitorios y no la verdad absoluta. Podemos dejar que pasen, en lugar de aferrarnos a ellos y permitir que determinen nuestro bienestar emocional. Este reconocimiento nos abre a una experiencia de vida más libre y menos reactiva.
Un aspecto transformativo de este entendimiento es la compasión que surge tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás. Cuando comprendemos que todos estamos creando nuestra experiencia a través de nuestros pensamientos, podemos ver con más claridad que las acciones de los demás también provienen de sus propios pensamientos y expectativas. Esto puede llevarnos a sentir empatía en lugar de ofensa.
En resumen, nadie tiene el poder de ofenderte. Son tus expectativas sobre cómo deberían ser las personas las que realmente te hieren. Al comprender la raíz de tus emociones y tomar el control de tu experiencia interna, puedes liberarte del sufrimiento innecesario. Este cambio de perspectiva no solo te liberará del sufrimiento, sino que también te permitirá vivir con una mayor paz y claridad, independientemente de lo que ocurra a tu alrededor.
Así que la próxima vez que sientas que alguien te ha ofendido, detente un momento y reflexiona. ¿Es realmente esa persona la causa de tu malestar? O, ¿son tus expectativas las que te están jugando una mala pasada? Al explorar esta pregunta con honestidad y apertura, encontrarás una nueva manera de relacionarte contigo mismo y con el mundo, una manera que está llena de comprensión, libertad y paz interior.
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