Un día, la lluvia cayó intensamente sobre una montaña, llenando todos los rincones con pequeñas gotas de agua. Mientras las gotas descendían, algunas se unieron formando un pequeño río. Este río fluía con energía, sorteando rocas, árboles caídos y precipicios. Su meta era clara: quería llegar al gran océano, donde encontraría su mayor propósito.
Sin embargo, muchas otras gotas decidieron quedarse en un terreno llano, formando un pantano tranquilo. Allí no había obstáculos, pero tampoco movimiento. Pronto el pantano comenzó a llenarse de hojas y lodo. Aunque ofrecía un refugio cómodo para algunos animales, el agua dejó de estar clara y fresca con el tiempo.
El río, en cambio, siguió adelante, enfrentando desafíos, estrechándose en cañones y ensanchándose en valles. A veces parecía que iba a secarse, pero su movimiento constante lo mantenía vivo. Finalmente, tras un largo recorrido, llegó al océano, donde se convirtió en parte de algo mucho más grande.
Un sabio que observaba los dos destinos dijo:
—En la vida, todos nacemos con el mismo potencial. Algunos eligen ser como el pantano, conformándose con lo fácil y cómodo. Otros deciden ser como el río, aceptando los desafíos y buscando la grandeza de llegar a su destino.
Y añadió:
—Ambos caminos son válidos, pero solo tú puedes decidir qué quieres ser.
En este nuevo año, una vez más la vida te invita a elegir: ¿quieres ser el pantano que se estanca o el río que fluye hacia su propósito? Cualquiera que sea tu decisión, que sea consciente y llena de intención. ¡Feliz Año Nuevo!
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