¿Te has detenido a observar cómo ciertos pensamientos parecen quedarse contigo, mientras otros simplemente se disuelven? Nuestro bienestar no depende de los pensamientos que llegan, sino de cuáles elegimos retener y retroalimentar constantemente.
Todo pensamiento es pasajero por naturaleza. Pero cuando te aferras a uno, le das vida y poder. Lo alimentas con atención, lo interpretas una y otra vez, hasta que parece más real de lo que realmente es. Sin embargo, tienes la libertad de soltarlo.
Te invito a reflexionar:
- ¿Qué pasaría si dejaras que tus pensamientos simplemente pasen, sin aferrarte a ellos?
- ¿Cómo cambiaría tu experiencia de vida si decidieras no retroalimentar aquellos que te limitan o te angustian?
No eres tus pensamientos; eres el lugar donde estos suceden. En ese espacio, existe la posibilidad de tomar distancia y encontrar calma y claridad.
Recuerda, no necesitas "arreglar" lo que piensas, solo necesitas dejar de identificarte con aquello que no te sirve.
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