Siempre he pensado que los mejores maestros para nosotros los adultos son los niños. Observarlos te da muchas claves acerca de cómo con los años hemos ido malinterpretando y creando de forma inconsciente e inocente nuestra realidad. Tomemos como ejemplo cuando un niño empieza a andar. Son innumerables las veces que se cae, se levanta, da unos pasos, se vuelve a caer, se levanta, da unos pasos más y así hasta que aprende a andar y comienza a hacerlo, sin más.
Sin embargo, cuando un adulto se ‘cae’ lo primero que hacemos es pensar acerca de lo que ha pasado, tildarlo de fracaso y consecuentemente sentir las emociones correspondientes que bien pueden ser: frustración porque no hemos alcanzado nuestro objetivo; ira porque se nos ha privado de aquello que queríamos conseguir; decepción dirigida hacia nosotros y hacia otros; culpa porque pensamos que podríamos haberlo hecho mejor; resentimiento con otras personas que creíamos que podrían habernos ayudado y no lo hicieron; miedo porque sentimos que todo está perdido... Y en la mayoría de los casos en lugar de aprender de la ‘caída’ y volver a levantarnos, dejamos de intentarlo por si acaso nos volvemos a caer y nos autolimitamos.
¿En qué momento hemos dejado de creer en nuestra capacidad innata de aprender, en esa sabiduría y bienestar que viene de serie? ¿Por qué permitimos que los pensamientos se conviertan en nuestra realidad? #coachingtransformativo #nadacambiaperotodoesdiferente
![](https://static.wixstatic.com/media/0f07c7_f186b1aa1cdb499a9e45d0f5f1c3997f~mv2.png/v1/fill/w_980,h_506,al_c,q_90,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/0f07c7_f186b1aa1cdb499a9e45d0f5f1c3997f~mv2.png)
Comments